Thursday, June 5, 2008

Calibán y Fernández Retamar... mi mente en rebelión..

La intelectualidad revolucionaria en Calibán de Roberto Fernández Retamar

Desde un mantel importado y de un vino
añejado, se lucha muy bien.
--Silvio Rodríguez.


Mirarse para adentro, es una de las mejores formas de resumirse y adivinarse. Lo que hoy nos ocupa, es mirar hacia adentro del intelectual latinoamericano que nos propone Fernández Retamar en Calibán (1971), en oposición al que se presenta en el Ariel (1900) de José Enríque Rodó. ¿Cómo es el intelectual de Fernández Retamar y cómo el de Rodó? ¿En qué se diferencian? El presente ensayo intentará responder a estas interrogantes, mencionando, a la vez, ciertas semejanzas que se han hallado entre ambos conceptos.

De acuerdo con Fernández Retamar, el intelectual del Ariel es un “intelectual tradicional” (87), aquel que representa los viejos estratos sociales que persisten a través de las relaciones de producción (Gramsci 84). Aplicando este concepto al intelectual de Latinoamérica, entendemos que éste no produce ni existe para el cambio. No busca su liberación ni la liberación de los otros, no rompe con las ataduras que lo ligan a la violencia colonizadora europea. Por el contrario, continúa siendo esclavo de ésta. No propone un espacio para la reivindicación de América Latina.

En oposición a este tipo de intelectual, Fernández Retamar nos propone un modelo, que en palabras de Gramsci, vendría a ser el “intelectual orgánico” (87). Este tipo de individuo es aquel que existe para sumarse a la revolución que conducirá al cambio, a la rectificación de una América Latina libre de la metrópoli opresora e imperialista. Es necesario, nos dice Fernández Retamar, que este intelectual “rompa sus nexos de dependencia con la cultura metropolitana” (88). Es decir, desligarse y descontaminarse de todo lo aprendido a través de ella.

El intelectual latinoamericano debe ser un “teórico y dirigente” (89) que conduzca, desde su posición y esfera social, debe ser una fuerza, que produzca textos y testimonios -en el más amplio sentido de la palabra- que inviten a la reflexión, al cuestionamiento y a la acción. Como señala Julio Antonio Mella, el intelectual debe ser “un trabajador del pensamiento […] aquel que empuña la pluma para combatir” (45), y no aquel que desde una posición cómoda y burguesa se dedica a criticar y deformar el trabajo de otros, pretendiendo estar colaborando con la transformación.
Se debe mirar para adentro y no para afuera, nos dice Fernández Retamar, y en esto coincide con Rodó. Ambos mencionan la importancia de ser originales y de no seguir un modelo ajeno a nuestra realidad que sólo perpetuaría el orden impuesto por el colonizador y el hombre imperialista. Para ello cita a Mariátegui en cuanto a que América no debe ser “calco y copia [sino más bien] creación heroica” (90). Se diferencian, sí, ambos autores en sus concepciones, ya que para Rodó el modelo por excelencia que no se debe seguir es el norteamericano. Fernández Retamar no es tan específico en este respecto aunque si reconoce a los Estados Unidos como el “enemigo mayor de nuestra cultura” (45).

Así mismo, Fernández Retamar, nos previene de aquellos falsos intelectuales que están al servicio de las “sociedades explotadoras” (91) y a quienes no les interesa, en absoluto, la gente del pueblo. Estas personas son en realidad, a nuestro entender, unos traidores que prostituyen y envician nuestra cultura de la mano de aquellos que buscan el beneficio propio a manos de la explotación del otro, siempre desde una visión imperialista y colonizadora. Estos intelectuales no poseen una conciencia colectiva ni social, se concentran en la producción de capital cuando lo que verdaderamente hace falta es individuos que trabajen para la reconstrucción de nuestras sociedades, y que inauguren un nuevo orden en que se trabaje para provecho de todos.

Por otro lado, como lo mencionara Fidel Castro en un discurso del año 1971, las creaciones culturales y artísticas son valiosas “en función de lo que aporten al hombre, en función de lo que aporten a la reivindicación del hombre, a la liberación del hombre, a la felicidad del hombre” (93). Entendemos entonces que todo acto cultural y artístico es/debe ser un acto revolucionario en sí mismo, que plantea y denuncia, que busca. ¿Qué cosa? Aquello que sea necesario y urgente en la sociedad de nuestra época.Estas palabras, igualmente, nos conducen a la eterna interrogante de si el arte debe o no cumplir un rol social. Al respecto, consideramos que más allá de la belleza que encierra todo acto creativo, éste debe ser pensado como un arma, un medio, a través del cuál divulgar verdades, denunciar injusticias, construir realidades. Debe, sobretodo y en palabras de Fidel, poseer un alto “contenido humano” (93), para que a partir de él, de lo que proponga, podamos apreciar y celebrar su valor estético.

El intelectual de Rodó, entonces, carece de todas estas cualidades y orientaciones que hemos mencionado anteriormente. El Ariel propone un ser etéreo que permanece más en el romanticismo de un pensamiento que se duerme en los laureles del espiritualismo y la moral. No conduce, pues, al acto. Este tipo de intelectual sigue llamando a nuestra América Latina barbarie, país subdesarrollado, tal y como lo han venido haciendo los “esforzados intelectuales metropolitanos” (22). Al respecto, Aníbal Ponce señala que en el Ariel se retrata a un intelectual “atado […] al servicio de Próspero […] una mezcla de esclavo y mercenario” (38). Estas individualidades no deben ser aceptadas en el proyecto que propone Fernández Retamar.
A pesar de que estos textos difieren en su concepción del intelectual, ambos coinciden en que debe iniciarse un cambio para América Latina. Fernández Retamar es más exhaustivo, exigente y acertado en su definición del intelectual que se necesita para tal propósito. Se debe, pues, buscar el movimiento, la palabra que esté respaldada siempre por el acto, sin el cual, es palabra muerta.


Obras citadas
Fernández Retamar, Roberto. Todo Calibán.
Gramsci, Antonio. Los intelectuales y la organización de la cultura. Madrid: Ediciones Nueva Visión. 2004.
Rodó, José Enrique. Obras completas. Puerto Rico: Ediciones Callejón.2003

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