Sunday, April 19, 2009




He sabido de una mujer cuyo espinazo está partido en dos, no lleva en él un excéntrico tatuaje y sobre sus hombros no descansan las tiras obscenas de un vestido color crepé.

La mujer de la que hablo decora su espalda con un árbol muerto y sangrante. Es una cicatriz que data desde la primera madre. Los ojos de Sethe son del color de la noche y su piel brilla en ébano. Ésta enloquece de dolor y rabia cuando huele al hombre blanco por quien fue preciso asesinar hijos pequeños y convertirse en una orate, antes que verlos llevar tatuado ese mismo destino que esconde tras los escaparates de la memoria.

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